lunes, 2 de mayo de 2011

SIGUIENDO LOS PASOS DEL ÁNGEL CAIDO.

            No llevaba mucho tiempo trabajando como inspector. Aquel ascenso le había llegado como caído del cielo y desde luego, nunca se había tenido que enfrentar a algo como lo que se desplegaba desde hacía dos días sobre su mesa. En principio era un suicidio como otro cualquiera: varón blanco, de entre 20- 30 años, sin tatuajes, ni marcas, y como objetos personales un paquete de tabaco y un mechero del bar Melos. Un ahogado más en el estanque.  La autopsia, databa la muerte del sujeto cinco días atrás y revelaba varios golpes en el tronco y una costilla fracturada que había dañado irreversiblemente el corazón. No había restos de ADN ajenos al individuo. El cadáver lo había encontrado, aprisionado entre las barcas, un trabajador del parque. El primer paso fue contrastar las huellas dactilares y una vez identificado, interrogar a familiares y amigos. Ricardo Rodríguez, llevaba un mes viviendo en un piso alquilado en  Tirso de Molina, no tenía familiares en la ciudad, ni trabajo reconocido y la casera lo describía como “un joven atento y educado, que no causaba problemas, y había pagado por adelantado cuatro meses de alquiler”.  Fotografía en mano, el inspector Pejenaute, decidió tirar del único hilo que se le ocurría, el bar Melos.
-       Si, reconozco al joven. Un habitual en el último mes. Todos los días se dejaba caer por aquí a la hora del vermut,  se sentaba en la barra y leía un libro. Siempre entraba y salía sólo, bueno… el  otro día se fue del bar con un grupo de cinco o seis chicas. – dijo la dueña.
-       ¿Sería capaz de describir a alguna de ellas? – preguntó el inspector levantando la vista de su cuadernillo de notas.
-       ¡Oh, sí! Una de ellas me recordó mucho a mi sobrina… - sonrió la mujer mientras, por un momento, miraba ensoñada al infinito, - ¡No me buscará usted problemas!- dijo volviendo a la realidad.
-       No se preocupe. - la tranquilizó el policía asiéndola por el hombro. -  Haremos un retrato de su sobrina.
El dibujo hablaba de una joven de entre 25- 30 años. Mandíbula ancha, nariz chata, rubia, ojos claros y complexión normal. Poner nombre a aquel rostro era como buscar una aguja en un pajar. Del resto del grupo que salió con Ricardo del bar, sólo había descripciones generales, nada claro. Apagó el flexo del escritorio, eran las tres de la madrugada y pensó, que mañana sería otro día. Cuando bajó al vestíbulo de la comisaría, una marabunta de números y detenidos entraba por la puerta. Se apartó de su camino apoyado en el mostrador de información y entonces, esposada vio a su retratada.
- ¿Qué hacen todos estos aquí? – Preguntó al mando que, como si fuesen una baraja de naipes, revolvía los DNI de los detenidos.
- Una casa ocupa. No vea lo que tenían montado ahí…
- Cuando acabéis con ellos, pasadme a esa - dijo señalando a la chica – estoy arriba.

- ¿A la rubita? –sonrió el policía.

- Estoy arriba – atajó Pejenaute.
Nuria García. Con varias salidas a Inglaterra y Tailandia en los últimos tres años. Había participado en combates de boxeo en Tailandia. Estudios de arte y como profesión, ocupa.
Suspirando, fue a la sala de interrogatorios. Cuando entró, el policía que custodiaba la puerta hizo un gesto con la cabeza. Nuria estaba sentada con las manos sobre la mesa. Parecía muy tranquila, eso no era bueno. Se presentó a la detenida y se sentó a su lado.
-       ¿Dónde estaba el 21 de abril? – fue directo al grano.
-       ¿Y yo qué sé? Con mis colegas por ahí – dijo la chica enroscando en su dedo un mechón de pelo.
-       ¿Con los “colegas” de la casa ocupa? – continuó Pejenaute.
-       No, con otras colegas.
-       ¿Qué colegas? – insistió.
-       Pero tío, a mí qué me cuentas. Con colegas.
-       Le cuento esto – y desplegó sobre la mesa las fotografías del ahogado en el estanque.
-       Yo a este pavo no lo he visto en mi vida. – dijo Nuria apoyándose en el respaldo de la silla.
-       Os vieron salir con él del bar Melos. Y una de sus amigas dice que fue usted la que le pegó el puñetazo que le mató. Está vendida.
-       ¿Yo? ¡Pero qué dices fue Rain!
La confesión de Nuria García, involucraba en la noche de autos a cinco personas más: Rain Van Eyck, Isabela Arroba, Mar Fernández, Alicia Torres y Noelia Sola. Seis compañeras de clase. Conocieron a Ricardo en el bar Melos y después de tomar varias cervezas en las calles aledañas, decidieron comprar alcohol y hacer una fiesta en el hotel donde se alojaban Alicia Torres y Noelia Sola. Habitación 606 del Hotel Pereda. Allí, y según corroboraban las otras cinco declaraciones, a la sombra del cartel luminoso de Schweppes comenzaron a revivir una película. Los siete, con botellas de absenta y cerveza en mano, recorrieron los principales escenarios de la película, para terminar en el parque. El fallecido retó a Nuria a un combate. Mientras los dos peleaban, Rain asestó, con un remo de las barcas, un certero golpe a Ricardo en el costado causándole la muerte. "Porque, -aseguró en su declaración Rain Van Eyck, - vi como cambiaba de forma". Posteriormente, arrojaron el cuerpo al estanque y movieron las barcas con el fin de ocultar el cuerpo.
-          Caso cerrado. - se dijo a si mismo Pejenaute.

Era de noche y fuera llovía a cántaros. Se detuvo un momento en la puerta de la comisaría y escuchó la música, que a todo volumen, salía de un coche que esperaba que el semáforo se pusiera en verde: http://www.youtube.com/watch?v=essAq0kEq10

NOTA: Los personajes y lugares de este cuento no existen, o sí...




© Natalia Villar, 2011

2 comentarios:

  1. Muy bestía tu capacidad de observación, eso es lo que pienso yo nenuca

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  2. Ya sabes mi niña, que hace tiempo que recorrimos Fe. Asociación de ideas ;)

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